LA ALIMENTACIÓN
SEGÚN LOS GRUPOS SANGUÍNEOS (II)
EVOLUCIÓN HACIA DISTINTOS TIPOS DE SANGRE
“Los distintos grupos sanguíneos son una muestra de la capacidad del ser humano de adaptarse al medio que le toca vivir en cada momento histórico”
La supervivencia del ser humano a lo largo de millones de años ha sido posible, básicamente, gracias a su capacidad de adaptación a distintas situaciones ambientales. Desde que los humanos más primitivos de la prehistoria, que surgieron en África, ascendieron hasta la cúspide de la cadena alimenticia, la Humanidad ha pasado por distintas fases y condiciones que, a la vez que han garantizado su continuidad han modificado sus hábitos, su modo de vivir y hasta su propia constitución física. La existencia de distintos grupos sanguíneos es una muestra de ello: de la capacidad de adaptación del ser humano al medio que le toca vivir en un momento determinado.
Los cambios en el clima y los alimentos disponibles para nuestros antepasados modificaron sus sistemas digestivo e inmunitario y son precisamente en estos dos aspectos en los que puede detectarse la mayoría de las diferencias de los distintos tipos de sangre.
El grupo sanguíneo más antiguo es el grupo 0. La aparición del hombre de Cromagnon en el Paleolítico, aproximadamente 40.000 años a.C, llevó al ser humano a convertirse en el predador más peligroso del planeta, dejó de ser presa para convertirse en cazador, hábil y diestro puesto que de ello dependía su supervivencia. Este ser se alimentaba de la carne de las presas que había capturado por lo que su dieta era a base de proteínas animales, cazaba en grupos organizados y fabricaba sus propias armas y herramientas. Con el aumento de población y la competencia por la defensa de lo que consideraban sus territorios, las áreas de caza empezaron a escasear por lo que los cazadores se vieron obligados a emigrar cada vez más lejos en busca de nuevas zonas donde encontrar alimentos. Este desplazamiento, desde África a Europa y Asia, sembró la Tierra de una población básica del grupo 0.
20.000 años a.C el hombre de la Edad de Piedra se había dispersado y crecido tanto en cuanto a número que tuvo que buscar otro tipo de alimentos puesto que las manadas de grandes presas habían disminuido notablemente y no eran suficientes para abastecer a una población cada vez más grande. Es así como apareció, en algún lugar de Asia o de Oriente Medio, entre los años 25.000 y 15.000 a.C y en el periodo Neolítico o Nueva Edad de Piedra el grupo sanguíneo A.
La necesidad de sobrevivir dio lugar a que la caza se convirtiera en cultivo, agricultura y ganadería dando paso a su vez al establecimiento de comunidades estables con su subsistencia garantizada. Este cambio radical de vida, de medio ambiente y, por supuesto, de dieta, produjo una modificación en los sistemas digestivo y de defensa de los seres humanos a fin de que pudieran ingerir y tolerar mejor los nuevos alimentos procedentes de la agricultura y del cultivo de granos. Las nuevas sociedades agrarias primitivas empezaron a superpoblarse con lo que aparecieron numerosas infecciones. El hecho de que el grupo A resultara más resistente a estas patologías provocó una mutación genética del tipo 0 al A, grupo que se extendió desde Asia y Oriente Medio hacia Europa occidental a través de las tribus indoeuropeas.
El caso del grupo sanguíneo B es totalmente diferente. Este gen se desarrolló entre los años 15.000 y 10.000 a. C en la región montañosa del Himalaya. Al parecer surgió por primera vez en la India o entre las tribus caucásicas y mongoles de los Urales asiáticos. La necesidad de llevar el ganado de un lugar a otro para encontrar buenos pastos hizo que los mongoles se desplazaran a través de Asia y por el este de Europa, lo que fue afianzando la implantación del grupo B en estas zonas.
Finalmente el tipo AB es el más moderno y más raro de todos y no hay rastro de su existencia más allá de los 1000 años de antigüedad, época en que se produjo una gran migración de los pueblos orientales hacia occidente con la consiguiente mezcla de los grupos A y B.
Así pues, puede decirse que el grupo sanguíneo 0, el cazador, es el tipo de sangre más antiguo, superviviente final de la cadena alimenticia.
El grupo A, el agricultor, es el de los primeros inmigrantes, forzados a desplazarse para encontrar alimentos y obligados, por tanto, a adoptar un modo de vida y a seguir una dieta ya no protéica sino agraria.
El grupo B, el nómada, es el adaptado a la mezcla de poblaciones, a nuevos climas, a nuevos lugares y a nuevos hábitos alimenticios.
Si los distintos grupos de sangre responden a los factores ambientales y dietéticos que vivieron en cada momento nuestros antepasados, desde la época de Piedra hasta nuestros días, no es difícil entender que cada tipo de sangre tenga unos alimentos que le resulten beneficiosos mientras que otros le son perjudiciales.
Rosa Maria Canas ©2015 |